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jueves, 29 de septiembre de 2022

La mayor parte de la contaminación lumínica no proviene de las farolas

 Fuente: https://elactual.net/la-mayor-parte-de-la-contaminacion-luminica-no-proviene-de-las-farolas/

La contaminación lumínica es el archienemigo de la astronomía, arruinando tanto el disfrute del cielo nocturno como el estudio profesional de nuestro universo. Durante años hemos asumido que las farolas son las principales culpables de la contaminación lumínica, pero un estudio reciente ha demostrado que las farolas no aportan más del 20 % de toda la contaminación, y si queremos resolver este fastidioso problema astronómico, tenemos que pensar más difícil.

Farolas, faros de automóviles, vallas publicitarias, estadios deportivos, escaparates y letreros de tiendas. Las trampas de la civilización moderna, lo que hace que las horas nocturnas sean más seguras (sin mencionar que son más entretenidas). Pero la generosidad de la civilización moderna hace que los cielos nocturnos estén contaminados. Cuanto más encendemos nuestras luces por la noche, menos podemos acceder a los cielos que nuestros antepasados ​​conocían y amaban.

Además, la astronomía profesional es cada vez más difícil. Los mejores observatorios del siglo pasado ahora están asediados por las luces de la ciudad, y los astrónomos se ven obligados a construir telescopios en algunos de los entornos más remotos y hostiles de la Tierra.

¿Qué hacer al respecto? Durante décadas se ha supuesto que los principales culpables de la contaminación lumínica son las farolas. Después de todo, están prácticamente en todas partes y lanzan perezosamente su luz en todas las direcciones, incluso hacia el cielo.

Pero una nueva investigación que aparece en la edición de octubre de 2020 de la revista Lighting Research & Technology pinta un cuadro muy diferente.

Utilizando el satélite Suomi National Polar-orbiting Partnership (NPP), el equipo de investigación tomó varias fotografías nocturnas de la ciudad de Tucson, Arizona. Tucson actualizó recientemente sus farolas para que funcionen de una manera más inteligente, lo que permite a los funcionarios de la ciudad ajustar su brillo en el transcurso de cada noche.

Trabajando con los investigadores, los funcionarios de la ciudad permitieron que las luces de las calles se atenuaran a solo el 30 % de su brillo máximo y, en las noches siguientes, las subieron al máximo.

Al comparar la cantidad de contaminación lumínica que aparecía en las imágenes satelitales, los investigadores descubrieron que, desafortunadamente, no cambiaba mucho de una noche a otra. En cambio, solo alrededor del 20% del brillo total de la ciudad podría atribuirse a las farolas. Estas medidas fueron confirmadas por un equipo en tierra que también tomó medidas durante el experimento.

Si bien las farolas inteligentes son sin duda una opción sabia para ahorrar dinero y reducen la cantidad de contaminación lumínica, tendremos que trabajar aún más para preservar el cielo nocturno para las generaciones venideras.

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