En la ciudad Polaca Zory, el estudio local OVO Grabczewscy Architekci, ganador de más de 30 premios nacionales e internacionales, ha completado un pabellón revestido de cobre, diseñado para promover la región a los ciudadanos y visitantes. El título del edificio es “El museo del Fuego”, que no sólo hace referencia al color dominante de la fachada, sino también a su forma irregular y orgánica.
De forma prominente, el museo se sitúa cerca de la carretera principal, el sitio está rodeado de infraestructura subterránea existente anteriormente, reduciendo el área funcional de la trama. Una vez que el equipo de diseño examinó la historia de Zory, un nombre que en polaco significa “fuego” o “llamas”, se descubrió que el núcleo urbano fue construido en el lugar de un bosque que había sido incendiado.
“Se hizo evidente para nosotros, que el edificio debe ser similar a un incendio”, explicó el arquitecto. “La extraña forma de la parcela de repente empezó a parecerse a las llamas que bailaban y la idea se comenzó a cristalizar.”
Este museo es un buen ejemplo de cómo la luz y la iluminación no siempre tienen que provenir de luminarias directamente. El reflejo parece ser una tendencia creciente en el diseño de iluminación y arquitectura, como lo comprueba también el diseño de alumbrado alternativo en Sydney. Los diferentes materiales y su reflectancia pueden ser usados por los iluminadores para explotar nuevas formas de dar luz a los edificios.
La estructura del museo comprende tres paredes independientes, que están cubiertas de placas de cobre y asemejan llamas que bailan. Tres entradas acrisoladas proporcionan acceso al pabellón, donde el uso del metal rojo marrón se ha compensado con hormigón y vidrio expuesto. Los visitantes que entran en el edificio se encuentran con un vestíbulo, que ofrece información para visitantes situado junto a un espacio multifuncional. En el nivel inferior del plan de una gran sala abierta se puede utilizar para exposiciones públicas.
La forma en que las láminas de cobre reflejan la iluminación exterior, el alumbrado público y las luces de los automóviles que pasan enfrente, le dan a la fachada mucha vida. Los arquitectos no necesitaron alumbrar directamente la fachada con luminarios, sino que aprovechan la luz existente en la ciudad para reflejarla y jugar con los destellos y la idea original del fuego. Es la ciudad misma la que alumbra el museo, lo que además desembocará en un ahorro de energía significativo para los consumos del edificio.
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